Cada ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer, invita a reflexionar sobre el camino que aún queda por recorrer en la búsqueda de la igualdad en todos los ámbitos de la vida. De todos los obstáculos que dificultan el recorrido, uno de los más palpables es la brecha salarial de género. No es una cuestión que permanezca oculta, aunque todavía hay quienes creen que es algo superado, pero, habitualmente, solo se habla del impacto económico. Sin embargo, es mucho más. Supone un impedimento para el desarrollo pleno de la autonomía de las mujeres.
La brecha salarial habla de algo más que de números. La disparidad entre los ingresos de hombres y mujeres es un fenómeno con profundas repercusiones en el día a día. Más allá de las cifras, es una barrera que limita la capacidad de las mujeres para tomar decisiones autónomas sobre sus vidas y su futuro.
Amenaza, sin duda, la autonomía económica de las mujeres. Este término se refiere a la capacidad de una persona para controlar sus propios recursos financieros y tomar decisiones independientes sobre cómo utilizarlos. Cuando las mujeres -por el hecho de serlo- reciben una remuneración inferior a los hombres, su autonomía se ve limitada. Esto puede conducir a que dependan económicamente de otras personas, como familiares o parejas, y, por tanto, se encuentren en un mayor riesgo de vulnerabilidad.
En un contexto socioeconómico marcado por el sistema capitalista y sus dinámicas consumistas, la autonomía económica está estrechamente relacionada con la autonomía personal, es decir, la capacidad de tomar decisiones sobre cuestiones importantes para la vida de cada una. Estas decisiones afectan al ámbito de la educación, la salud, la vivienda, el ocio e incluso la participación en la vida pública. La brecha salarial relega a las mujeres a un segundo plano, por encontrarse en desventaja respecto a los hombres. Percibir menos ingresos sitúa a las mujeres ante obstáculos mayores en el acceso a servicios y oportunidades, que les permitan desarrollarse plenamente.
Por tanto, eliminar la brecha salarial no es exclusivamente justicia económica, sino social. Su existencia es un símbolo de la desigualdad arraigada en las estructuras sociales y económicas. No es posible pedir empoderamiento a las mujeres, cuando no tienen a su disposición los recursos suficientes para ejercerlo.
Brecha salarial en datos: esta es la situación en Castilla y León
Los datos del último Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de Castilla y León ayudan a comprender cómo se traslada esta situación al sector joven de la población. En este caso, la diferencia salarial se reduce respecto a la media global, pero lo hacen también los salarios medios en ambos géneros, puesto que existe también una brecha de edad. Los hombres jóvenes perciben de media 12.683 euros anuales, mientras que, para las mujeres, la cifra es de 11.837 euros. Esto supone una diferencia de cerca de 850 euros, con una brecha salarial del 7%.
Estas cifras contrastan con lo que se observa en el nivel de estudios. En este caso, el número de mujeres jóvenes con estudios superiores es mayor que el de los hombres de su misma edad. Los datos indican una de cada tres mujeres frente a uno de cada cuatro hombres. También, se encuentra una tendencia similar en las personas jóvenes que únicamente cuentan con estudios obligatorios, un 33% de hombres y un 31% de mujeres. Llama la atención, por tanto, que las mujeres presenten un nivel de formación más elevado y, sin embargo, reciban una remuneración inferior.
La principal explicación a este fenómeno es la peor calidad de los empleos de las mujeres, donde también influyen cuestiones como los techos de cristal. La parcialidad es un factor determinante. Dos de cada cinco mujeres trabajadoras tienen un empleo a tiempo parcial, frente a uno de cada cinco hombres.
Tanto la parcialidad como la inactividad responden a cuestiones relacionadas con los sesgos de género. Un 5’2% de personas jóvenes inactivas no trabajan por dedicarse a labores del hogar y cuidados. Del total, nueve de cada diez son mujeres. Este dato refleja la brecha de género que se da en el acceso al mundo laboral desde las edades más jóvenes, por el peso de los cuidados que recae sobre las mujeres.
Todo ello repercute, como se comentaba al inicio del artículo, en las oportunidades y el desarrollo de las mujeres. Por ejemplo, influye negativamente en su acceso a la vivienda. Mientras que los hombres jóvenes trabajadores de Castilla y León tendrían que dedicar un 37’6% de sus ingresos para acceder al mercado de una vivienda en propiedad, este porcentaje asciende al 40’3% en el caso de las mujeres.
Una campaña para romper cadenas
Desde el Consejo de la Juventud de Castilla y León, en colaboración con la Dirección General de la Mujer de la Junta de Castilla y León, este ocho de marzo queremos poner el foco sobre esta realidad y denunciar las consecuencias que la brecha salarial supone para las mujeres.
Defendemos que, solo si la eliminamos, podremos asegurar que todas las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres para desarrollarse plenamente y ser parte de la sociedad en igualdad de condiciones. Con este objetivo, lanzamos la campaña ‘Si no se cierra la brecha, ¿cómo abro el monedero? Igualdad salarial para romper cadenas’. Presentamos un monedero que contiene este mensaje, para trasladar la necesidad de abordar esta cuestión de manera estructural, como condición para la autonomía de las mujeres.